Botas y botines. Dos elementos que se complementaron para organizar una fiesta tan grande como la farsa que a su vez significaba. Pero hubo un tercer invitado a ese evento, una pieza fundamental que permitió que se pudiera llevar a cabo y que millones de argentinos lo vivieran intensamente sin conocer la realidad que se escondía: el periodismo.
Néstor Straimel, redactor en los diarios zonales de Clarín, fue protagonista de ese suceso. “Vos preguntá lo que quieras que yo te respondo”, expresó firme, seguro, sin pelos en la lengua antes de comenzar la entrevista, teniendo en cuenta la magnitud del hecho y el lugar en el que nos encontrábamos: los pasillos de Clarín, un medio más que conflictivo a la hora de tocar el tema de la última dictadura militar.
¿Cuál era el clima y el funcionamiento del medio en el cual trabajabas durante el Mundial ’78?
Trabajé durante todo el mundial en la revista
El Gráfico, donde estuve seis años y participé de la cobertura del mundial como lo hicimos todos, aunque mi especialidad no era el fútbol, sino el automovilismo. El clima general, era el mismo que se vivía en el país, sin mucho conocimiento de lo que pasaba en ese momento específicamente como se conoció después.
El mundial tuvo mucho que ver para propagandizar la dictadura, estaba preparado para eso indudablemente y el éxito del fútbol argentino colaboró para ayudar a la dictadura en esa propaganda exhibida también hacia el exterior. Obviamente los medios, sobre todo en el que yo me encontraba, fueron cómplices de la dictadura, como todo lo demás además del mismo mundial.
El Gráfico era un medio pro militares, desde el punto de vista de sus dueños y directores porque tenían un lazo intimo con Lacoste, que era quien manejaba todo el paquete Mundial '78. Esto, como se puede observar, se veía reflejado en los contenidos de la revista: ya sea en las editoriales, las entrevistas y otros artículos, siempre se hizo un fuerte patrocinio al evento, mientras se proclamaban las ventajas y los beneficios del Mundial. Pero muchos medios fueron animadores de esta fiesta hipócrita.
¿Cómo cuáles por ejemplo?
En general, cuando vos analizás a los medios, trabajan para ganar plata, es decir, el objetivo que tienen es ese y en la medida que hay triunfos en los hechos deportivos se incentivan dichos triunfos más allá de que haya una dictadura. Entonces, está bien que El Gráfico le ha dedicado muchas páginas y suplementos especiales a todo el mundial como se los hubiese dedicado a cualquier mundial sin dictadura, el problema estaba cuando colocaba en sus páginas algunas fotos de los dictadores festejando un gol y realmente eran dolorosas para quienes trabajábamos ahí.
Hablando de la magnitud de un mundial de fútbol, ¿por qué creés que se producía esa contradicción cuando los mismos prisioneros festejaban con los guardias los goles de la Selección Nacional?
Porque el fútbol es una pasión que trasciende dictaduras, no se puede evitar que uno sea hincha de un club o de un país aunque esté prisionero. Además, el mundial de 1978 estuvo colmado de contradicciones, esa es una. La otra es que mientras los medios contribuían al fortalecimiento de la dictadura, también eran una luz de esperanza para las madres y abuelas que pedían una respuesta ante la desaparición de sus hijos y nietos. Eran la única forma que tenían de difundir su realidad.
Por otro lado, mientras en el estadio de River miles de personas saltaban al grito de “el que no salta es holandés”, a pocas cuadras de allí, muchos compatriotas eran torturados en la Escuela de Mecánica de la Armada. Entonces, ahí es cuando se abren las puertas a la reflexión acerca de si la dictadura hubiera podido llevarse a cabo sin medios y periodistas que se pusieran el traje a la medida de la complicidad.
Al hablar de complicidad, este fanático de Atlanta, que también integró el equipo de prensa del EAM ’78, intenta alejarse de la postura adoptada por sus superiores en la revista al señalar: “Nosotros éramos progresistas y anti-militaristas, teníamos claro lo que estaba pasando, pero lógicamente no con tantas precisiones. Teníamos mucho cuidado al abrir la boca, para no decir cosas a favor ni en contra, porque el mismo contexto lo dejaba afuera y uno trataba de no ser punzante o hiriente con ciertos temas.”
Al preguntarle acerca del polémico partido ante Perú, se limita a decir que fue “
un hecho que condicionó como sospechoso al título obtenido, pero la fiesta debía continuar”. Porque de eso se trataba, mostrar la
“verdadera cara del país y así, todo se nos fue de las manos y dos hechos bochornosos tuvieron lugar: el Mundial y la Guerra de Malvinas.”
¿Qué opinión tenés acerca de la película “La Fiesta de todos”?
No sé si la gente se acuerda, pero La fiesta de todos fue presentada por la revista El Gráfico que auspició el estreno en un cine que creo que ya no existe más, en Callao y Santa Fe y fue una vergüenza, realmente. Yo tengo un aprecio muy grande por Sergio Renán que me parece un artista soberbio, que muchas veces estuvo comprometido, pero eso me generó vergüenza ajena. Mientras nos consolidábamos como el país, quizás, más antidemocrático del mundo en aquel momento, se lograba con este tipo de cosas que el centro de atención sea otro.
¿Cuál es la comparación que podés establecer entre el funcionamiento de los medios ligados al periodismo deportivo en la actualidad con respecto al de la dictadura militar?
A raíz de la dictadura se instauró una manera particular de ver las cosas, no sólo en el periodismo sino también en la sociedad en general. Creo que se perdió la visión crítica, el análisis profundo, o muchos todavía están sumergidos en el temor y la cobardía y prefieren quedarse sólo con noticias superficiales o repetir lo mismo que la mayoría. Ese conformismo con mezcla de cobardía viene arrastrándose desde esa época y hay muy pocos que conciben al periodismo y al deporte, por otro lado, como una forma de desenmascarar los negocios y el poder.
Al finalizar la Carta a las Juntas Militares, Rodolfo Walsh dice: “Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Néstor Straimel, pertenece a ese grupo de periodistas, que aunque sienten que tienen una cuota de responsabilidad, no se apegaron a ningún grupo oficialista cuando fueron conscientes de lo que realmente ocurría, de un clima dividido entre la pasión y el dolor, y que hoy pueden brindar su testimonio sin temor, lo cual sin dudas es la moraleja de toda esta historia.