- Copa Sudamericana
Mientras su eterno rival no lograba el objetivo de clasificar a la Copa Libertadores, Independiente construía su sueño de volver a los primeros planos del fútbol internacional, de recuperar esa mística copera con la cual se lo relaciona. Claro está, sin el brillo de épocas anteriores y con la suerte como el mejor aliado.

Sin embargo, el Rojo debió atravesar diferentes adversidades para alcanzar este triunfo que le permite salvar el año: la desconfianza de sus propios hinchas, contar con un grupo de futbolistas jóvenes que en momentos clave, supieron actuar como los más experimentados, los episodios protagonizados por Gallego, los tres puntos en siete fechas que obligaron a Garnero y a Menotti a irse, lejos de encontrar un equipo y un sistema, una frustración tras otra. Hasta la llegada del Truco Mohamed, que debutó en el banco con un triunfazo ante Racing. Y a partir de ahí equipo empezó a mostrar una identidad y redescubrió un arquero, Hilario Navarro, quien resultó clave también en su camino a la final de la Sudamericana.

El campeonato ya era una causa perdida (basta con ver la posición de Independiente en la tabla), pero allí estaba la Copa, aunque el 1-0 contra Defensor Sporting en Montevideo no presentaba un panorama alentador, el 4-2 en condición de local (con el escándalo de la agresión al arquero rival, de por medio) encendió a los hinchas. El Turco, mientras tanto, le encontró un lugar apropiado en la cancha a Hernán Fredes, o sacó de la banda para correrlo al medio, donde el volante se destacó teniendo en cuenta que tiene buen pie y no tanto recorrido. Julián Velázquez adquirió continuidad, reafirmó a Tuzzio en la línea de tres, le permitió una mayor proyección al ataque a Mareque y afirmó la dupla Parra-Silvera. De esta forma, Mohamed comenzó a armar la columna vertebral que el Rojo tanto necesitaba.
Pasaron los octavos de final e Independiente ya estaba mentalizado y enfocado en ser un equipo ofensivo con esfuerzo y trabajo, fiel a la promesa de su entrenador. Luego, la visita a Ibagué, el empate 2-2 y la dificil revancha en casa, donde los de Avellaneda, al igual que en la mayoría de los partidos aguantaron más de lo que jugaron. Pero valió la pena para enfrentar en la semifinal a un duro rival para los equipos nacionales como La Liga de Quito. Y ahí vino el tema del "merecimiento": se encontraban un equipo fuerte, que demostraba el fruto de los proyectos y apuesta del fútbol ecuatoriano a través de su nivel e Independiente, que ni por historia reciente, ni por calidad de juego, ni por virtud de sus jugadores merecía estar en la final. Quizás sí por actitud, y ésta fue la que le permitió descontar de un 3-0 a un 3-2 en la altura de Quito y eliminar en su estadio a su oponente con un sufrido 2-1. Y claro, después de eso, la confianza totalmente en alza. Y ayer se pudo apreciar, porque Mohamed preparó al equipo para jugar una final, pero el encuentro no fue sencillo para Independiente, a pesar de tener en frente a un rival en una categoría inferior.

Más allá de conseguir la ventaja necesaria para igualar la serie en el primer tiempo, el equipo de Mohamed no impuso su superioridad pero sí supo sacar ventaja de los errores de su rival que incluso, funcionaron como impulsos anímicos. Ese clima de fervor que despertó el público local instaló el nerviosismo en el campo de juego e Independiente no se pudo acomodar en el arranque, pero justamente, las fallas de Goias le dieron la pauta para comenzar a afianzarse, sobre todo cuando el marcador estaba a su favor y el Rojo pagó su única desatención con el gol de Mouras. La reacción llegó 4 minutos después: con una gran cuota de suerte, ante el cierre del central Toloi, la pelota rebotó en el botín de Parra e ingresó en el arco del equipo brasilero. Luego, otra inseguridad del arquero Harlei y el oportunismo de Parra intensificaron el delirio de los hinchas en Avellaneda. No obstante, ese delirio se fue apagando poco a poco durante el segundo tiempo, ya que cuando el cuarto gol de Independiente parecía estar al caer, el equipo brasilero equiparó el juego y los de Mohamed no encontraron las mismas facilidades que durante los primeros 45 minutos. De hecho, las situaciones más claras en esta etapa estuvieron protagonizadas por Goias: a cinco minutos del final, con un remate de Moura, que desvió Navarro y en el minuto de descuento, el mismo delantero desaprovechó un mano a mano.
En el tiempo suplementario Goias fue superior e Independiente con un evidente desgaste físico tuvo como consigna aguantar hasta el final, ya que los cambios no le resultaron eficientes y su adversario con Felipe y Everton en cancha terminó más entero y pudo haberlo ganado. Independiente puro amor propio y mística copera, sacó a relucir su historia, esa en la que el Turco Mohamed se había aferrado en las declaraciones diciendo que por historia merecían ser campeones y en la instancia de los penales, un momento cargado de nerviosismo, emoción y sufrimiento, Navarro fue figura nuevamente y la definición en los pies de Tuzzio consagró a Independiente como campeón de la Copa Sudamericana, luego de 15 años sin ganar un título internacional.
El Turco le dedicó el triunfo a "todos los hinchas de Goias en Argentina", los hinchas ingresaron al campo de juego para festejar con sus ídolos y poco importó si fue merecido o no, si realmente son el rey de copas o no. Lo cierto es que Independiente volvió a levantar una, incorporó a sus vitrinas el trofeo que le faltaba, el número 16. Las finales están para ganarlas y de eso Independiente conoce bastante, por eso, el infierno vuelve a estar encantador.